Desde que en 1738 fueron publicados los primeros essercizi (las únicas sonatas que el autor vio publicadas en vida), la música de Scarlatti se ha reescrito, interpretado y adaptado en incontables ocasiones. Sus composiciones han pasado, a lo largo de los siglos, por manos de muchos viejos conocidos (Brahms, Czerny, Chopin, Listz, Mendelssohn…) y muchos eruditos las han estudiado, analizado y catalogado de diferentes maneras; la conclusión común es que las sonatas constituyen un todo homogéneo, una obra de valor intrínseco universal que trasciende el significado de una simple composición instrumental, tanto por su perfección técnica como por su originalidad. Por muchas páginas que se escriban acerca del genio napolitano, es imposible hacer justicia a la inabarcable inventiva de sus sonatas.
Por desgracia, no parece haber sobrevivido versión autógrafa alguna de las sonatas pero, de acuerdo a la numeración cronológica de R. Kirkpatrick, las dos que nos ocupan, para las que tomó como referencia el grupo de manuscritos conservados en Venecia, se corresponderían con dos composiciones supuestamente transcritas alrededor de 1753 por el copista de la reina María Bárbara de Braganza. Eso no garantiza, sin embargo, que no fueran compuestas con anterioridad, aunque probablemente dentro de la etapa al servicio de la reina en España, entre 1729 y 1757. Tras Kirkpatrick, G. Pestelli realizaría un nuevo estudio basado en criterios estilísticos que también apunta a la cercana ubicación cronológica de estas dos sonatas (K 263-P 283), (K 281-P 289).
A pesar de estar numeradas individualmente en todas las fuentes, las sonatas de los manuscritos venecianos aparecen frecuentemente agrupadas de dos en dos o de tres en tres, como si hubiera una intención de complementación o contraste de carácter entre ellas. No obstante, cada sonata tiene una entidad estilística propia que, a nuestro juicio, permite tratarlas unitariamente.
Existen ciertas diferencias, tanto estructurales como estéticas, entre estas dos obras. Si bien las dos siguen la estructura básica de la sonata bipartita preclásica característica del autor, la K263 se aparta de la usual modulación hacia el V grado del final de la primera sección, sustituyéndolo por el VI, para iniciar con este la segunda, lo cual no suele ser habitual en sus sonatas. También es notoria la diferencia de carácter entre las dos composiciones. La K 281, escrita en ritmo ternario, representa un claro ejemplo de la impronta que dejaron los aires populares y la música de danza en el estilo escarlatiano. La K 263, de fórmula binaria y en tonalidad menor, adopta un aire de composición más seria, de corte contrapuntístico, con pasajes que hacen gala de un cromatismo muy marcado y que la dotan de cierto dramatismo contenido.
La presentación de las obras en orden inverso a su numeración responde únicamente a criterios de dificultad interpretativa. A juzgar por los números, re mayor (K 281) fue la tonalidad preferida por D. Scarlatti para sus sonatas, con 74 composiciones en total, muy por delante de la de mi m (K 263), con 13. En esta edición se han respetado las tonalidades originales, aprovechando que el registro y las propias tonalidades son bastante afines a los rudimentos de la guitarra; además de alguna concesión que intenta facilitar la interpretación, deseamos honestamente haber conservado el espíritu de las composiciones originales.