«Siete virtudes tiene la sopa: quita la sed, el hambre apoca, hace dormir y digerir, sienta bien, nunca enfada, y te pone la cara colorada»
Con todos mis respetos para Mafalda, gran detractora de la sopa (aunque estoy convencida de que la causa de su odio a la sopa es que su mamá la hacía «de sobre») rompamos una cuchara, que no una lanza, en favor de la sopa.
La sopa, para ti, opositor/ opositora, es un recurso alimenticio a tener muy en cuenta, por varias razones:
La sopa ayuda a controlar el peso. No importan tanto los ingredientes que contenga (a menos que tenga mucha grasa), lo relevante es su textura. Según un estudio de la Universidad de Iowa (EEUU), ingerir alimentos líquidos hace que el comensal se sienta lleno y coma menos después. Como la sopa suele abrir las comidas, significa menos segundo plato y quizá no llegar al postre. La sopa, entendida como un preparado con alto contenido líquido derivado de algún tipo de caldo, está muy presente en la dieta de países con bajos índices de obesidad, como Japón y bastante ausente en los países con mayor exceso de peso.
La alta temperatura de la sopa favorece la ingesta lenta, lo que aporta múltiples ventajas, entre ellas, menos problemas digestivos para ti, que andas estresado/estresada con los estudios. Además, aunque los alimentos saludables no siempre son sencillos de elaborar, la sopa se encuentra entre los platos sanos más fáciles de preparar, ya que consiste básicamente en meter un montón de ingredientes en una olla y dejarlos que se hagan a su aire.
La sopa de pollo es un plato muy recurrente que se sirve cuando se está resfriado. La ciencia ha demostrado que no es una invención sino sabiduría popular. Como terapia, la sopa de pollo se remonta al año 60 d.C. y a Pedanius Dioscórides, un cirujano militar que sirvió bajo el emperador romano Nerón, y cuya enciclopedia médica de cinco volúmenes fue consultada por los primeros curanderos durante más de un milenio.
La sopa de pollo inhibe el movimiento de los glóbulos blancos que normalmente se desplazan para combatir el virus pero sólo desembocan en la inflamación de los conductos afectados por el constipado común, lo que provoca algunos de los síntomas que dejan hecho polvo al acatarrado. El caldo impide la obstrucción y ayuda a mejorar. El vapor caliente del caldo ayuda a aliviar la congestión nasal y despejar las vías respiratorias. La sopa de pollo también mejora las habilidades protectoras de los cilios de la nariz, las pequeñas estructuras con aspecto de pelo que residen en el interior de las fosas y previenen la entrada de agentes contagiosos.
El pollo, como muchos alimentos con proteínas, contiene un aminoácido llamado cistina que se libera cuando se hace el caldo. Se parece mucho químicamente a la acetilcisteína que los médicos prescriben a los que padecen enfermedades respiratorias.
El caldo es suave para el sistema digestivo, lo que es útil cuando casi no tienes hambre, debido a la enfermedad.
El hecho de que alguien cuide a un enfermo cuando se siente mal ayuda de verdad, no es un efecto placebo. La «sopa de la abuela» se prescribe a los enfermos de todo el mundo, no por sus ingredientes, que cambian, sino porque hacen que te sientas mejor.
La aparición del frío brinda una excelente oportunidad para saborear una sabrosa, aromática, reconfortante y maternal sopa, aunque te la hagas tú mismo/misma. Vamos con mi receta de la sopa de pollo definitiva (sin miedo, que es muy fácil):
Necesitas:
- 1 pollo entero o partes de pollo (muslos y patas son ideales)
- 4 zanahorias, peladas y cortadas en trozos grandes
- 4 ramas de apio, cortadas en trozos grandes
- 2 cebollas, peladas y cortadas en cuartos
- 4 dientes de ajo, pelados y aplastados
- 1 puerro, cortado en trozos grandes
- 1 ramita de tomillo fresco (opcional, pero es una hierba muy apropiada para los resfriados)
- 2 hojas de laurel
- 10 granos de pimienta negra
- Sal al gusto (mejor añadirla al final)
- Agua
Cómo la haces:
- En una olla grande, coloca el pollo limpio con su piel (lávalo al grifo del agua fría y quítale los pequeños restos de pluma que pueda tener) y cubre con agua fría. Lleva a ebullición a fuego medio-alto. Cuando hierva, reduce el fuego y deja cocinar a fuego bajo durante unos 20 minutos, retirando la espuma que se forma en la superficie.
- Agrega las zanahorias, el apio, las cebollas, el ajo, el puerro, el tomillo, el laurel y los granos de pimienta.
- Cocina a fuego lento unas dos horas con la olla tapada, asegurándote de que el caldo no hierva a borbotones. El caldo debe mantenerse a fuego lento durante todo el proceso de cocción.
- A medida que el caldo se cocina, la carne del pollo se desprenderá fácilmente de los huesos.
- Una vez que el caldo esté listo, retira las verduras y los condimentos y cuela el caldo con un colador fino.
- Desmenuza el pollo y agregar la carne desmenuzada al caldo. Si te gustan las verduras, puedes cortarlas en pedacitos y añadirlas también. Más nutrientes.
- Ajusta la sal al gusto y sirve el caldo caliente o bien prepara una sopa con el tipo de pasta que te guste (yo, que soy muy literata, prefiero la sopa de letras).
- El caldo que te sobre lo puedes congelar por raciones y sí tendrás reservas para la próxima vez.
Tu abuela tenía razón. No hay nada mejor que una sopa, llena de amor y sensaciones cálidas. Saca la cuchara.