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Los consejos de Ana Crusa: mindfoodness

Que sí, que ya lo sé… ¿hay algo más rico que una hamburguesa con todo, patatas fritas con ketchup y un refresco de cola grande? (vegetarianos, cerrad los ojos)

Pero, sinceramente, si comes así todos los días no vivirás mucho y se te va a poner el culo como Australia (Bridget Jones dixit). Circula por ahí una estadística que concluye que los opositores engordan durante el período de estudio entre tres y cinco kilos. Esto se debe a la ansiedad, las horas de silla y también a una relación igualmente compulsiva con la comida. Te levantas de la silla de estudio, te das una vuelta… te pasas por la nevera… y claro, picas. Y picas, es lo más probable, cosas que no te ayudan en nada: dulces, chuches, cochinadas que, como elemento nutritivo, aportan más bien poquito y te proporcionan una sensación de bienestar muy pasajera. Al ratito, estás otra vez ansioso/a y volverás a picotear.

Resulta impopular, pero ¿por qué no una manzana o una zanahoria cruda, llena de betacarotenos, potasio y fósforo, que te van a ayudar a reducir el cansancio? ¡Y es dulce! ¿Por qué no un plátano, que contribuye a mantener tu capacidad intelectual al máximo gracias al potasio y la vitamina B6? ¡Y también es dulce!

Vamos a empezar a tener una relación consciente con la comida. Como el mindfulness, pero con la alimentación. No se trata tanto de perder peso, sino de centrarte en lo que comes, evitar comer de forma mecánica y conocer lo que tu cuerpo necesita y te pide.

En qué te va a ayudar la alimentación consciente:

– Conseguirás cuidar mejor tu cuerpo.

– El autoconocimiento te permitirá ajustarte a tus necesidades reales y distinguir entre el hambre fisiológica y el hambre psicológica, relacionada con la ansiedad.

– Desconexión: poner los cinco sentidos en la comida te ayudará a desconectar, a dar un rato libre a tu cerebro para disfrutar de sensaciones agradables y distintas.

Keep calm and mind-food-ness, my friend!